
Día Internacional de la Lucha contra el sida
El miedo y la ignorancia son los padres del prejuicio. Pero
éste, es tan frágil, que un beso puede derrotarlo. La historia da cuenta que,
en todo tiempo y lugar, se han cometido injusticias promovidas por los
prejuicios humanos.
La envidia fue la causa del primer homicidio en el mundo
cometido por un hombre hacia su hermano. El rigorismo religioso de inquisidores
romanistas y luteranos, motivó la persecución masiva y ejecución pública de
mujeres y niñas acusadas de practicar la brujería.
En Chicago, la avaricia de grandes empresarios de la
industria se sirvió del miedo de las familias blancas y anglosajonas hacia los
extranjeros y las ideologías europeas, para reprimir policialmente la revuelta
obrera del parque Haymarket.
Sin embargo, la historia da cuenta también de que -en
diferentes tiempos y lugares- han existido personas capaces de desafiar los
prejuicios existentes; superando sus propios miedos y soportando el escarnio
público de las voces del poder. Esas personas cambiaron la historia para
siempre bajo el más simple de los gestos: un beso.
Un joven burgués italiano de nombre Giovanni, pero llamado
Francisco por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores,
cabalgaba un día por la llanura de su tierra en Asís (Italia) cuando le salió
al camino un leproso.
Francisco siempre había sentido repulsión hacia los
leprosos, pero imbuido de una fe nueva, se armó de valor, bajó de su caballo,
puso una limosna en la mano del leproso y se la besó; el leproso, a su vez,
apretó contra sus labios la mano del benefactor.
Así fue que dos extraños establecieron una nueva ética de la
dignidad humana. Uno por dar un beso. Otro por aceptarlo. Y mientras los
hombres justos llamaron a la acción de Francisco de Asís una “obra de
misericordia”, otros le llamaron “pobrecito”.
En Buenos Aires, Eva Perón besó a una mujer leprosa cerca de
una de sus llagas y por eso, quienes la amaron, la llamaron "abanderada de
los humildes"; quienes la odiaron le dedicaron notas con el título de
"la leprosa".
El beso que ellos dieron fue la esperanza de los excluidos y
los despreciados de su tiempo. Pero no hace falta ser santo o político para
darlo. Hace falta entender de qué manera podemos convivir con la incertidumbre.
La sensación de libertad se desvanece ante la incertidumbre.
El miedo al dolor provoca más sufrimiento que el dolor mismo. Las injusticias
de ayer se reciclan hoy bajo otros nombres.
El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es la lepra de
nuestro tiempo y ayer, domingo 1° de diciembre, se conmemoró el Día
Internacional de la Acción contra el Sida.
La transmisión y detección del VIH no es el fin del camino
ni puede ser la “muerte civil” de una persona. Es una situación de vida que
recae sobre la espalda de un individuo, que aún no está enfermo de nada y tan
sólo es vulnerable.
Nada atenta más contra nuestra dignidad humana que la
exclusión del otro en la necesidad de afecto frente a la incertidumbre. Porque
excluir a un amigo, a un compañero, a un hijo, a un hermano, es rechazar parte
de nosotros mismos.
Derrotemos al prejuicio con un beso y un abrazo a nuestras
amigas y a nuestros amigos en esa situación de vida, tantas veces como sea
necesario. La única certeza que tenemos es que existen situaciones de vida que
están más allá de nuestra frágil comprensión humana. Simplemente, debemos
recordar a William Shakespeare en Hamlet: "No existe nada bueno ni malo;
es el pensamiento humano el que lo hace parecer así".
(*)Paolo tiene 31 años. Cordobés. Estudiante de
Abogacía en la UNC. Afiliado al
Partido Justicialista. Actualmente milita en la Seccional Quinta, dentro del
espacio interno que lidera la concejal Olga Riutort.
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