lunes, 18 de agosto de 2014

La triste estrategia de la conducción radical

A esta altura de las circunstancias ya no queda ninguna duda, la conducción de la UCR trabaja para alcanzar antes de fin de año un acuerdo de carácter electoral con el PRO. Declaraciones amigables que soslayan diferencias, fotos en común que demuestran coincidencias y gestos públicos que denotan complicidad, nos dan claros indicios de lo avanzado de las conversaciones.
Pero lamentablemente -para los que tenemos formación Alfonsinista- el corrimiento a la derecha de nuestro partido, no nos sorprende. La falta de diferencias ideológicas y conceptuales expresadas en las visiones y los discursos de ambos espacios políticos y la inexistencia de una agenda alternativa que demuestre vocación por construir dentro del espacio de la centro-izquierda, nos venían marcando hacía tiempo que este era el camino elegido.
Ahora bien, es necesario decirlo, incentivos externos para montar esta operación tampoco faltaron.
Los medios hegemónicos de comunicación deseosos de recrear un nuevo bipartidismo moderado en torno al eje "neo-peronismo" y "pan-radicalismo", que les permita volver a convertirse en el árbitro de la política argentina, operaron con promesas de visibilidad, cobertura y protección mediática para quienes se pusieron al hombro esta empresa. Lo desinteresadamente desprolijo de su instrumentación política inicial así lo comprueba.
Definido lo central, sólo resta saber cómo piensan presentar públicamente el acuerdo para minimizar los costos políticos que naturalmente deberán pagarse. La construcción de los argumentos esgrimidos hasta el momento nos dan una pauta de que la arcaica contradicción peronismo vs. no-peronismo intentará reordenar el tablero político.
Por ahora, la estrategia parece efectiva, pero ha requerido de un "amesetamiento voluntario del proyecto" para acallar los razonables gritos de rebeldía.
Luego de numerosas maniobras parricidas de desacreditación, varios de los progenitores de UNEN lograron que el candidato mejor ubicado del espacio descienda al cuarto puesto en los sondeos de opinión, mientras que indirectamente colaboraron para que Mauricio Macri se consolidara en el tercer lugar. De esta forma, rápidamente encuentra carnadura el argumento por el que se sostiene que para "entrar al ballotage" y evitar la polarización de los candidatos peronistas hay que formalizar una alianza con el macrismo.
Abonando en esta dirección, días atrás el comando de campaña del jefe de gobierno tonificó la operación anunciando que se congelan las negociaciones para avanzar en posibles alianzas provinciales hasta tanto no se alcance un acuerdo nacional. Varios dirigentes partidarios sintieron la estocada y comenzaron a murmurar cada vez más alto sus preocupaciones desde el interior del país.
Puestas así las cosas, la disyuntiva que enfrentamos los militantes radicales pareciera ser la de aceptar el acuerdo con la derecha para garantizarnos la victoria en diez provincias o correr el riesgo de incurrir en un papelón electoral. Desde esta perspectiva, oponerse sería irracional.
Ahora bien, preguntas elementales como si en la actualidad tiene sentido sostener esta vieja antinomia o la de si es posible construir una mayoría electoral que gobierne la Argentina sin contar al menos con un sector del peronismo adentro, parecen no tener lugar en esta forma "pragmática" de razonar la política.
Pero lo que resulta verdaderamente increíble -por lo burdo- es cómo deliberadamente se pasa por alto el acontecimiento cierto de que un acuerdo con el PRO implica darle -de hecho- la candidatura a presidente a Mauricio Macri. O bien porque UNEN se parte y se descapitaliza o bien porque sus votos divididos en -al menos- dos candidatos le garantizan al porteño la victoria en las PASO.
De ser así, y en caso de que una alianza de esta naturaleza le permita a Macri entrar a un ballotage, sería muy interesante ver qué dicen los que hoy justifican este acuerdo en base a la necesidad de contar con un "gran frente antiperonista" cuando al ex presidente de Boca le empiecen a llegar los respaldos de Ramón Puerta, Carlos Grosso, Adrián Menen, Jorge Triaca (h) y Maximiliano Corach.
En definitiva: todos sabemos que después de la implosión del sistema de partidos ocurrida en 2002 es imposible imaginarse un proyecto de poder que no cuente con el respaldo de importantes sectores de la sociedad civil y buena parte de las viejas culturas políticas.
También es un secreto a voces que la experiencia y la capilaridad del Radicalismo y del Peronismo por ahora son insustituibles. En todo caso, el desafío pasa por ordenar ideológicamente y en clave moderna las viejas tradiciones. Al fin y al cabo, gobernar no es otra cosa que construir acuerdos, sumar apoyos y tomar decisiones. La encrucijada no nos puede amedrentar.

(*)Leandro Santoro es militante político desde los 13 años. Su espacio es la Juventud Radical y es uno de los jóvenes dirigentes de Los Irrompibles. Fue presidente de la Juventud Radical porteña. Estudió Licenciatura en Ciencias Políticas en la UBA.

¿Cómo se define en su bio de Twitter?
“Gentil hombre de modales refinados. Poseedor de un sutil sentido del humor. Lleva la amistad como bandera y no menciona sus afectos x falta de caracteres”.
Nota publicada en la página oficial de Los Irrompibles.

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