Por Leandro Santoro*
A esta altura de las
circunstancias ya no queda ninguna duda, la conducción de la UCR trabaja para
alcanzar antes de fin de año un acuerdo de carácter electoral con el PRO.
Declaraciones amigables que soslayan diferencias, fotos en común que demuestran
coincidencias y gestos públicos que denotan complicidad, nos dan claros
indicios de lo avanzado de las conversaciones.
Pero lamentablemente -para los
que tenemos formación Alfonsinista- el corrimiento a la derecha de nuestro
partido, no nos sorprende. La falta de diferencias ideológicas y conceptuales
expresadas en las visiones y los discursos de ambos espacios políticos y la
inexistencia de una agenda alternativa que demuestre vocación por construir
dentro del espacio de la centro-izquierda, nos venían marcando hacía tiempo que
este era el camino elegido.
Ahora bien, es necesario decirlo,
incentivos externos para montar esta operación tampoco faltaron.
Los medios hegemónicos de
comunicación deseosos de recrear un nuevo bipartidismo moderado en torno al eje
"neo-peronismo" y "pan-radicalismo", que les permita volver
a convertirse en el árbitro de la política argentina, operaron con promesas de
visibilidad, cobertura y protección mediática para quienes se pusieron al
hombro esta empresa. Lo desinteresadamente desprolijo de su instrumentación
política inicial así lo comprueba.
Definido lo central, sólo resta
saber cómo piensan presentar públicamente el acuerdo para minimizar los costos
políticos que naturalmente deberán pagarse. La construcción de los argumentos
esgrimidos hasta el momento nos dan una pauta de que la arcaica contradicción
peronismo vs. no-peronismo intentará reordenar el tablero político.
Por ahora, la estrategia parece
efectiva, pero ha requerido de un "amesetamiento voluntario del
proyecto" para acallar los razonables gritos de rebeldía.
Luego de numerosas maniobras
parricidas de desacreditación, varios de los progenitores de UNEN lograron que
el candidato mejor ubicado del espacio descienda al cuarto puesto en los
sondeos de opinión, mientras que indirectamente colaboraron para que Mauricio
Macri se consolidara en el tercer lugar. De esta forma, rápidamente encuentra
carnadura el argumento por el que se sostiene que para "entrar al
ballotage" y evitar la polarización de los candidatos peronistas hay que
formalizar una alianza con el macrismo.
Abonando en esta dirección, días
atrás el comando de campaña del jefe de gobierno tonificó la operación
anunciando que se congelan las negociaciones para avanzar en posibles alianzas
provinciales hasta tanto no se alcance un acuerdo nacional. Varios dirigentes
partidarios sintieron la estocada y comenzaron a murmurar cada vez más alto sus
preocupaciones desde el interior del país.
Puestas así las cosas, la
disyuntiva que enfrentamos los militantes radicales pareciera ser la de aceptar
el acuerdo con la derecha para garantizarnos la victoria en diez provincias o
correr el riesgo de incurrir en un papelón electoral. Desde esta perspectiva,
oponerse sería irracional.
Ahora bien, preguntas elementales
como si en la actualidad tiene sentido sostener esta vieja antinomia o la de si
es posible construir una mayoría electoral que gobierne la Argentina sin contar
al menos con un sector del peronismo adentro, parecen no tener lugar en esta
forma "pragmática" de razonar la política.
Pero lo que resulta
verdaderamente increíble -por lo burdo- es cómo deliberadamente se pasa por
alto el acontecimiento cierto de que un acuerdo con el PRO implica darle -de
hecho- la candidatura a presidente a Mauricio Macri. O bien porque UNEN se parte
y se descapitaliza o bien porque sus votos divididos en -al menos- dos
candidatos le garantizan al porteño la victoria en las PASO.
De ser así, y en caso de que una
alianza de esta naturaleza le permita a Macri entrar a un ballotage, sería muy
interesante ver qué dicen los que hoy justifican este acuerdo en base a la
necesidad de contar con un "gran frente antiperonista" cuando al ex
presidente de Boca le empiecen a llegar los respaldos de Ramón Puerta, Carlos
Grosso, Adrián Menen, Jorge Triaca (h) y Maximiliano Corach.
En definitiva: todos sabemos que
después de la implosión del sistema de partidos ocurrida en 2002 es imposible
imaginarse un proyecto de poder que no cuente con el respaldo de importantes
sectores de la sociedad civil y buena parte de las viejas culturas políticas.
También es un secreto a voces que
la experiencia y la capilaridad del Radicalismo y del Peronismo por ahora son
insustituibles. En todo caso, el desafío pasa por ordenar ideológicamente y en
clave moderna las viejas tradiciones. Al fin y al cabo, gobernar no es otra
cosa que construir acuerdos, sumar apoyos y tomar decisiones. La encrucijada no
nos puede amedrentar.
(*)Leandro Santoro es militante político
desde los 13 años. Su espacio es la Juventud Radical y es uno de los jóvenes
dirigentes de Los Irrompibles. Fue presidente de la Juventud Radical porteña. Estudió Licenciatura en Ciencias Políticas en la UBA.
¿Cómo se define en su bio de
Twitter?
“Gentil hombre de modales
refinados. Poseedor de un sutil sentido del humor. Lleva la amistad como
bandera y no menciona sus afectos x falta de caracteres”.
Nota publicada en la página oficial de Los Irrompibles.
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