miércoles, 27 de noviembre de 2013

Política educativa, juventud y desempleo

|Opinión
Por Claudio González*
En la coyuntura de la sociedad argentina parece primar una ruptura entre tres factores: “juventud -  educación – empleo”. Un quiebre que traspone la limitación de las políticas educativas como promotoras de ascensos y progresos dentro de la estructuración social. Esto es así porque la principal característica de la oferta educativa actual parece no asegurar trayectorias sociales y laborales exitosas, tal como propugnaba la Ley Federal de Educación  y la posterior Ley de Educación Nacional.
La educación, el conocimiento, la técnica y la ciencia resultan una alianza necesaria para mejorar a nivel social la situación de crecientes grupos marginados y con problemas de participación social, limitados en su incursión en la cultura, la vida pública, política y laboral.
Con la Ley Federal de 1994 se miraba como objetivo “generar un alumno para el ámbito laboral”. Formar un nuevo “homo laboris” que resultaba de la necesidad de construir socialmente un discurso educativo conciliador, democrático, flexible y socialmente significativo que pudiera afrontar y acondicionar la estructura política del servicio educativo, en pos de conquistar un andamiaje genuino con la vida productiva, civil y política. La correlación entre el grado de escolaridad alcanzado condicionaría el acceso a un nivel digno de vida; un trabajo satisfactorio. Pero, las resultantes directas de la introducción de los reajustes estructurales fueron la caída del ingreso, la diversificación de los procesos de exclusión social, el proceso de empobrecimiento de la población y la obsoleta oferta educativa, la ineficacia de las políticas laborales, sociales y económicas con contenido social y el aumento de la desocupación. Planteaba una formación muy básica , que tenía que ver con la flexibilización laboral y el disciplinamiento social, que no tenía el objetivo de formar ciudadanos críticos con capacidad de trasformación, sino que adiestraba para adaptarlos al orden social injusto que teníamos y, además, exacerbando las cualidades individuales dejando de lado la posibilidad de construcción colectiva.
La nueva ley del 2006, con un discurso populista pero con la misma política, se propuso formar ciudadanos críticos, que no pensaran solamente en la superación individual, sino en la trasformación social, pero con un contenido poco convencedor ya que, en definitiva, continuó reconociendo el financiamiento directivo de empresas privadas, con lo que el discurso no se compadeció con la práctica terminando el sistema educativo siendo el mismo que en 1994.
Este tipo de formación, con una economía organizada en función del mercado, condicionó las trayectorias escolares, el fracaso, la exclusión y atendió a demandas sectoriales y no sociales. Se convirtió así en una ley compensatoria y no de garantía de derecho igualitario, aletargando el padecimiento de la población juvenil que los destinó a un fracaso en la vida. Con ello la juventud cayó en el libre juego de la oferta y la demanda, lo cual llevó a empobrecer el aprendizaje académico y, pese a que la unión entre educación y sociedad sigue siendo fuerte, la política educativa neoliberal terminó por fundir la educación pública, asignándole cada vez más actividades que no son esencialmente pedagógico-didácticas y tendiendo a un empobrecimiento y abandono de la educación como bandera del progreso y herramienta para ascender en la escala social para las nuevas y presentes generaciones.
Al igual que el modelo de los 90’, los jóvenes experimentan una fuerte limitación estructural,  debido a la creciente desarticulación entre el aporte de las instituciones de formación educativa, los requerimientos sociales del sector juvenil, de las demandas de la sociedad y del sistema productivo en referencia al actor juvenil.  El mercado actual de trabajo se ha tornado altamente selectivo, y progresivamente obliga a los estudiantes a someterse a adaptaciones constantes y cambios repentinos derivados de procesos económicos versátiles, pero que el sistema educativo no permite la formación de jóvenes que sepan adecuarse a estos cambios.
Estamos experimentando un deterioro en la calidad del sistema educativo y es un factor determinante de la exclusión social, que limita el desenvolvimiento de la juventud en los espacios de participación y de decisión social, política e institucional, en las dinámicas de inclusión y permanencia dentro del sistema educativo, productivo, y en el desarrollo de competencias, conocimientos y actitudes a través de los procesos de formación y capacitación permanente.
Se torna imperioso entonces resolver el deterioro de la calidad del servicio educativo; la inequitativa distribución de oportunidades de formación y capacitación.

|Perfil de Claudio González
(*) 25 años de edad. Cordobés. Estudiante de Abogacía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.N.C. Durante su militancia universitaria fue Secretario Académico del Centro de Estudiantes de Derecho (período 2010-2012). Actualmente milita en la Juventud Radical de la Seccional Quinta, dentro del espacio interno de la UCR Confluencia, que lidera el intendente de Córdoba, Dr. Ramón J. Mestre. Twitter: https://twitter.com/clauditogon

No hay comentarios.: