domingo, 21 de junio de 2015

“Entender las dinámicas juveniles permite entender la dinámica social”

Entrevista a Pablo Vommaro publicada en Ni a Palos

Por Diego Sánchez - Foto de Mayra Mansilla
Más allá de las lecturas que acaso lo reduzcan a un slogan, una invocación coyuntural o una fina trama dentro de las lógicas de mercado, el peso de las juventudes en el mundo contemporáneo es, desde hace décadas, insolayable a la hora de analizar las distintas dinámicas sociales. Política, economía, lenguaje se articulan, en todos sus niveles, alrededor de la noción de “joven”, y sobre eso intenta reflexionar “Las juventudes argentinas hoy: tendencias, perspectivas, debates” (Grupo Editor Universitario), una nueva colección de ensayos que abordan diferentes temáticas generacionales. Política, participación, territorio digital, género, sistema carcelario y educación son algunos de los ejes de esta serie de reciente aparición. Pablo Vommaro es su director y autor también de unos de sus títulos, Juventudes y políticas en la Argentina y en América Latina. Con él hablamos de la “juvenilización” del mundo, las formas que adquiere la participación política y las tensiones a la hora de pensar políticas públicas de juventud en Argentina.

¿Por qué elegir a la juventud como objeto de estudio?
Hoy las juventudes en el mundo contemporáneo tienen una incidencia social muy importante. En muchos países las movilizaciones, los colectivos y las producciones juveniles marcan la dinámica social. Eso tiene que ver con un proceso que podría resumirse como de una “juvenilización” del mundo: una “juvenilización” de la fuerza de trabajo, de las pautas de consumo, de las subjetividades, esa idea de que hoy los padres se parecen más a los hijos que los hijos a los padres. Esa frase del sentido común habla de un proceso de visibilización y de protagonismo juvenil importante. Yo creo que desde hace unas dos o tres décadas, y creo que va a ser así al menos por un tiempo, entender las dinámicas juveniles es una puerta de entrada para entender la dinámica social. Comprender los modos de hacer política, de manifestarse de los colectivos juveniles te permite entender gran parte de los conflictos políticos hoy. En ese sentido la idea de la colección es entender cómo se produjo este proceso sin naturalizarlo sino más bien desmenuzándolo.

Tanto esa “juvenilización”, como también la “feminización”, son ejes que marcan el pulso de las dinámicas sociales contemporáneas. ¿Cómo creés que modificaron las estructuras para pensar lo social, lo político, lo económico?
Yo creo que como todo proceso social, o al menos como yo miro todo proceso social, el aporte de estos procesos es ambivalente. No hay que negar que son procesos que tienen que ver con la producción capitalista, hoy en día las subjetividades se han vuelto objeto de procesos de producción. Entonces tenés, por un lado, apropiación de pautas femeninas, de pautas juveniles, de modos de ser por parte del sistema capitalista, pero también una dinámica que abre potencialidades. Porque uno puede decir que esta “juvenilización” del mundo también le da un protagonismo social a los colectivos juveniles cuando antes estaban más relegados a una subordinación o a un relevo generacional a futuro. Y si bien hoy eso sigue todavía levemente en pie, se le da a la juventud una oportunidad para el despliegue de potencialidades que antes quizás no tenía o estaba mucho más tensionado. Hay más consenso social para que los colectivos juveniles o de mujeres ocupen lugares sociales de mayor relevancia. Creo que esa es la oportunidad, sin dejar de ver la otra cara que tiene que ver con la apropiación de estos procesos por parte de la producción capitalista. No es que estamos a las puertas de un socialismo donde los jóvenes son iguales y las mujeres tienen todos los mismos derechos, pero sí hay que ver este proceso de ampliación social. El objetivo es visibilizar dinámicas que se pueden desplegar como una potencia transformadora aunque hoy en día todavía sean contradictorias.

¿Por qué pensar en “juventudes”?
La noción de “juventud” como sujeto social y político es más bien reciente, comienza en el período de entreguerras y tiene su gran quiebre en los 60. A partir de ahí la juventud gana, digamos, un lugar como sujeto, con producciones propias, música, cultura, sexualidad, formas de ser… Ahora, hoy en día creo que es imposible hablar de la “juventud”, de un sujeto social homogéneo. Creo que hay que desnaturalizar a la juventud como algo dado para empezar a ver sus diversidades, que no siempre supone algo positivo porque también incluye a las desigualdades.

En tu libro hablás de “diversidad y desigualdad” como dos de los principales rasgos de las juventudes hoy.
Exactamente. Creo que hay dos dinámicas políticas fundamentales hoy en Argentina y en América Latina, que son, por un lado, el tema de la dinámica diversidad/desigualdad, o diferencia/desigualdad, y por otro lado la cuestión de lo público. La dinámica diversidad/desigualdad tiene que ver, por un lado, con abordar la diversidad como una característica de esas juventudes, y verla no como una debilidad sino como una condición de posibilidad para desplegar potencia, y, por otro lado, poder ver la desigualdad. Hoy en día muchos indicadores económicos están peor entre los jóvenes. El desempleo juvenil, en la Argentina, es casi el doble, y en algunos países el triple, que el desempleo adulto. Hay que ver también las desigualdades de género, culturales, laborales, educativas. Y creo que ahí el desafío es cómo construir una igualdad que no sea homogénea, cómo construir una política hacia la igualdad que no homogenice y rescatar la diferencia en la igualdad.

Tu libro aborda la participación política juvenil en Argentina y América Latina. ¿Cuáles son las características fundamentales de estas experiencias?
Mi interés por los modos juveniles de hacer política tiene que ver con un interés por los modos sociales de hacer política, no sólo juveniles. En ese sentido, las formas de participación política o las configuraciones generacionales de la política hoy tienen que ver fuertemente con acción directa, con la escenificación en el espacio público, con una ocupación y una disputa por lo público, y que tiene que ver también con formas de democracia directa o al menos de tensión entre participación y representación, aún en los grupos juveniles más asociados con lo partidario o que puedan mantener cierto verticalismo. Todo militante juvenil quiere participar, se reúne para tomar decisiones colectivas, aunque sea a nivel local o aunque luego haya una “bajada de línea”. Hay una tensión, que en algunos colectivos es mucho más amplia y en otros es aún larvada, entre participación y representación. Y después lo que tiene que ver fuertemente con todo lo relacionado con los territorios digitales, que no son solamente formas de comunicar o visibilizar la práctica política, sino que muchas veces configuran esa práctica, aunque yo creo que, como dicen algunos brasileños, todavía existe tensión entre lo online y lo offline, la dinámica presencial sigue siendo muy fuerte.

¿Qué diferencias encontrás entre la participación política juvenil en Argentina y en el resto del continente?
Creo que en Argentina lo que sucede es que, por un lado, hay un sistema político partidario que, si bien entró en una crisis muy fuerte en el año 2001, es de alguna manera más estable o más sólido en comparación con, por ejemplo, Brasil. Hay una posibilidad de canalización a través de la política partidaria más fuerte. El proceso de recomposición estatal también es fuerte, al Estado se lo ve como un espacio de posible intervención política, no como adversario solamente sino como una arena de disputa política o una herramienta. Y creo que en Argentina además el lugar del territorio cobra una singularidad que se imbrica con la experiencia obrera, estudiantil, con la experiencia de muchas comunidades religiosas, que se entrelazan y producen movimientos colectivos que hoy parecen novedosos pero que si uno rastrea están mucho más enraizados en procesos de mediana duración que lo que uno podría ver. En Argentina hay un lugar de lo partidario mucho mayor que en otros países pero igual en otros países también existe. En Chile, por ejemplo, la movilización estudiantil ha producido nuevos procesos juveniles y hasta diputados que han conquistado lugares en el sistema político, lo mismo en Brasil. En Argentina tiene más fuerza pero no es un proceso que no se produzca en otros países hoy.

¿La mayor participación de los jóvenes en política y en muchos casos en el propio Estado produce una mayor elaboración de políticas públicas juveniles? ¿Cómo ves en Argentina la correlación entre esa “juvenilización” y el trazado de políticas sectoriales o con perspectiva “juvenil”?
Hoy en día la mayoría de las políticas que atañen a la juventud son elaboradas sin participación de los jóvenes. La única política pública reconocida como de juventud es la sectorial, en espacios como la Subsecretaría de Juventud, donde sí hay participación de jóvenes, pero no hay participación juvenil en otros temas de agenda pública, por ejemplo, seguridad, trabajo, educación, un montón de temas que son de políticas públicas de juventud y que no se visibilizan como tales. Creo que falta asumir como políticas públicas de juventud otras políticas que no son las sectoriales. Por ejemplo, los planes de empleo juvenil o el sistema educativo. Falta una participación y una transversalidad de lo generacional en la política pública, que sí lo hay con las cuestiones de género. Hoy cualquier política social tiene su dimensión de género y no tiene su dimensión generacional, juvenil.

En tu libro señalás que el sector de la juventud es uno de los más beneficiados por la ampliación de derechos de las últimas décadas en la región. ¿Qué falta todavía?
Creo que un plano fuerte tiene que ver con salud sexual y reproductiva, sobre todo en la mujer pero no solo en la mujer, que incluye el derecho al aborto o al menos al aborto no punible y que afecta fuertemente a la juventud aunque, otra vez, no se tematice como política pública de juventud. Otro tema es el trabajo. Las políticas laborales están muy enfocadas en ayudar a que los jóvenes se inserten en el mercado de trabajo, pero no hay herramientas para ver en qué condiciones lo hacen. Es el empleo y no las cárceles hoy una puerta giratoria para los jóvenes, porque entran, están seis meses, un año, y son expulsados por el propio mercado laboral que los sobreexplota en jornadas de doce o catorce horas, que les paga poco, que no les da vacaciones, que no les da permisos de estudio. Creo que la política laboral tiene que poder incidir en las condiciones de trabajo de esos jóvenes. Un tercer pendiente tiene que ver con el medio ambiente, que no tiene que ver solo con la ecología sino con condiciones de vida, con salubridad, con poder recuperar espacios agrícolas para que las juventudes rurales tengan su espacio de desarrollo. El modelo sojero muchas veces expulsa población y mucha de esa población es en gran parte juvenil. Como cuarto punto yo marcaría el tema educativo, que en Argentina hay algunos desafíos que por suerte están resueltos, como la gratuidad o la cobertura, pero falta lo que tiene que ver con la calidad, con la retención, con las condiciones del sistema educativo y, sobre todo, en la enseñanza media. Y lo último tiene que ver con la cuestión del espacio público y el derecho a la ciudad, todo lo que tiene que ver con la segregación urbana, que aunque no esté tematizada como juvenil, de nuevo, es juvenil, porque son los jóvenes los segregados a las periferias urbanas, los criminalizados o judicializados cuando van al centro. Por ejemplo, la Marcha de la Gorra en Córdoba tiene que ver con eso, con que los jóvenes de gorrita, de clases populares, si van al centro de Córdoba son detenidos por la policía. Estos, creo, son los cinco grandes problemas de agenda que no están resueltos y que deberían serlo. Y digo cuál no: el tema de los llamados “jóvenes ni-ni”, una noción que victimiza y culpabiliza a las juventudes, diciendo que el problema de las juventudes es que no hacen ni una cosa ni la otra, y por lo tanto hay que interpelarlos desde la incapacidad para incluirlos en un sistema social. Esa forma de interpelar a las juventudes es totalmente improductiva y contraproducente. Hay que evitar caer en estereotipos fáciles.

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