Una imagen del fotógrafo Ezequiel Luque, que habla por si sola. |
La ciudad estaba tranquila, pero no dormida. Había algo que
el paro nacional no había podido paralizar, algo que rugía desde abajo y
estiraba los ecos de su impertinencia bien en lo alto. Resultó ser ese rugir
miles de pies que renovaron sus huellas en las calles de Córdoba y contagiaron
de su ritmo la tarde del irreverente 20N.
Pero ese día las huellas dejaron de buscar camuflarse, ya no
caminaron por los rincones atentos a que la impunidad ponga sus manos en sus
espaldas y su cabeza entre sus pechos. Ese día tomaron las calles, sin miedos
ni precauciones, y pintaron con su verdad las postales de la tarde.
Decenas de miles de voces entonaron el reclamo con un
discurso claro y directo que, como cada marcha desde hace 6 años, dio identidad
y argumento: “No es merodeo, es paseo”. Los carteles se ocuparon de que el aire
se colme también del mensaje, elevando pancartas y banderas que confirmaron que
no hay diversidad que no pueda ser doblegada por una causa justa.
En cada esquina, en las veredas y en las calles entre los
manifestantes, creativas intervenciones artísticas dotaron al reclamo de arte y
alegría, ambientado con el constante tamboreo y desparpajo de las murgas.
Adelante, dando dirección a la marcha, retumbaban las
palabras exaltadas y efusivas que no paraban de repetir paso tras paso:
gracias. El animador no era más que el “Bichi” Luque, un joven que, con su
remera blanca, una bermuda de jeans y la pasión de siempre, dejaba que la
cotidianeidad de su vida escapara aliviada palabra tras palabra.
Esperaba ansiosa la Plaza San Martín y un escenario que
tenía una historia que debía ser contada. Allí arribó la multitud y allí
también se dio lectura al documento político de las organizaciones sociales. El
reclamo fue tan claro como justo: la derogación del Código de Faltas, la
aparición con vida de Facundo Rivera y el esclarecimiento de numerosos casos de
asesinatos a jóvenes.
“Tu Código trata de desaparecer nuestra alegría callejera”.
Un lema que no es sólo un lema, es una crónica, la descripción de una rutina
que impunemente se perpetúa cada mañana, cada tarde, en cada lugar.
Las gorras no son cacerolas
La sexta Marcha de la Gorra dejó otras cuestiones que no hay
que dejar pasar. La liviandad mediática, la oposición directa al gobierno
provincial y las declaraciones de Alejo Paredes son tres pilares que detonan
más polémica a un Código nefasto sostenido por la más rancia ideología
oligarca.
Vamos con lo primero. La marcha llegó en un mes con dos
hechos que colmaron los medios de comunicación cordobeses: el 8 y el 20N. El
cacerolazo y el paro de la CGT y la CTA circularon hasta el hartazgo en las
radios y los televisores y se llevaron numerosas tapas en los medios más
importantes de la Provincia. Sin embargo, la Marcha de la Gorra ocupó tímidos
espacios en los medios empresariales, que sólo se limitaron a mencionarla sin
siquiera intentar profundizar en el origen del reclamo. Esto a pesar de que se
trata de una realidad cordobesa, de nuestra ciudad y nuestra provincia, que
tiene que ver con lo que nos pasa y con lo que somos como sociedad. Sin
embargo, una vez más, la selecta agenda mediática dobló por el lado contrario a
las necesidades de una multitud que también es pueblo y que también salió a la
calle por algo y para algo. Claro, quizás decir gorra no es lo mismo que decir
cacerolas…
No se trata de poner en competencia dos marchas o dos
reclamos que ciertamente son muy distintos. Se trata de poner en evidencia la
inexistencia de reales criterios de noticiabilidad periodística en las empresas
cordobesas que producen radio, televisión y diarios. Se trata de sacar a la
luz, una vez más, que la profundidad en el tratamiento de los temas es
directamente proporcional a la funcionalidad que representan en relación a los
intereses económicos y políticos que sus editoriales persiguen. A propósito, es
bueno no olvidar estas cuestiones y estas omisiones días antes de la llegada
del 7D.
Por último, es imposible no hacer explícito, cosa que
tampoco se profundizó en la mayoría de los medios, que esta marcha fundó un profundo
y directo rechazo al gobierno de De la Sota y sus políticas que, desde hace más
de 10 años, vienen sosteniéndose en la misma concepción de seguridad que crea y
alimenta el Código.
Para rematar, los dichos del Ministro de Seguridad, Alejo
Paredes, llenan de más indignación y preocupación un sector que, aunque
innumerables veces no escuchado, sigue y seguirá gritando su verdad. Dijo que
si se convocase a una marcha a favor del Código de Faltas iría mucho más gente
de la que fue a la Marcha de la gorra. No hace falta editorializar sobre esta
afirmación; es una afirmación que habla por sí sola, que revela en su
enunciación su propia mezquindad, que se sincera en su bajeza y en su profundad
mediocridad.
Hay reclamos que pareciera que, de tan justos, no debieran
existir como reclamos. Pero acá estamos, todavía, reclamando lo que jamás se
debería reclamar.
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