PH: Marcos Brindicci - Reuters |
En los últimos años
irrumpieron a través de movimientos o colectivos protestando por temas como el
medio ambiente, derechos humanos y educación. Están aquellos que se preocupan por
lo social mediante formas de participación no necesariamente vinculadas al
Gobierno, a la par de los que ven espacios propicios para realizar sus reclamos
en la arena política. Aunque la participación en los partidos políticos
tradicionales es sólo del 13%.
Las formas de movilización y expresión juveniles que emergen
en América Latina cobran protagonismo e imponen, en cada país, nuevos temas en
la agenda política a la vez que imponen otra forma de lógica social. Los
jóvenes no sólo reaccionan a la pérdida de un derecho o ataque desde el
Gobierno sino que toman la iniciativa con renovado ímpetu. “Hay dos
expresiones. Por un lado están los que participan por canales alternativos a la
política, no pasan por el vínculo con el Estado y buscan otros espacios mediante
la discusión y la acción directa. La otra es novedosa, son juventudes políticas
que se sienten interpeladas por el Estado, grupos políticos que ven un espacio
de disputa como herramienta para el cambio social. Están presentes en Bolivia,
Ecuador, Venezuela, Brasil y Argentina”, manifiesta Pablo Vommaro, doctor en
Ciencias Políticas. De este modo, la contribución política juvenil no es nueva
sino que tiene características similares en cada coyuntura. “En los últimos 15
años, en América Latina, se ha producido un incremento en la participación con
mayor visibilidad, con formas de organización creativas e intervención en el
espacio público que ha generado un cambio no verificado en otras generaciones”,
destaca Vommaro.
Según Adriana Cáceres (politóloga y coordinadora del equipo
de Juventud en Fundación Pensar de Argentina), la presencia de los jóvenes
aumentó en los ámbitos socio-políticos. Están más comprometidos en las
cuestiones que rodean su vida y entorno y se involucran no solo a través de los
partidos políticos, sino también participando en asociaciones civiles, instituciones
religiosas o agrupaciones no formales. En muchos casos la disconformidad con la
realidad social en la que están insertos es la que los lleva a involucrarse
para transformarla.
Ernesto Rodríguez, sociólogo y director del Centro
Latinoamericano sobre Juventud (CELAJU), en Diálogos de Sistema de Información
de Tendencias Educativas en América Latina (Siteal) , profundiza sobre la
temática y revela que las políticas de juventud preocupan más a los Gobiernos,
en buena medida por la irrupción de los movimientos juveniles que en algunos
países tuvieron un gran impacto. “El más notorio es el caso de Chile, donde
varios de los dirigentes del movimiento estudiantil que lograron un
protagonismo en la escena pública, ahora ocupan lugares en el Congreso. Pero hubo
otro tipo de conquistas que no tuvieron la misma suerte, como`Yo Soy 132´en
México, con un protagonismo viral en el 2012 durante la campaña electoral que
terminó con el triunfo de Enrique Peña Nieto como presidente, pero después
entró en un proceso de desmovilización. Ahora resurgieron a propósito de las
peleas con las grandes cadenas mediáticas en relación con las leyes por el
control de Internet”, explica Rodríguez. Además, destaca la participación del
movimiento estudiantil colombiano que se opuso fuertemente a una reforma
universitaria promovida por el Gobierno. A la vez, menciona que recientemente
han hecho su aparición movimientos bien distintos a los tradicionales como es
el caso de los rolezinhos” en Brasil, son jóvenes de clase baja, que se convocan
por redes sociales e invaden los grandes centros comerciales, para pedir ser contemplados en
el mundo del consumo capitalista contemporáneo. “El desafío juvenil ya está
entre nosotros, y tendrá una vigencia central en los próximos veinte años, por
lo que debe ser atendido prioritariamente en estas dos décadas claves”,
reflexiona el sociólogo.
De la calle a los Gobiernos
Según Vommaro, en los últimos años surgieron organizaciones
juveniles que volvieron a confiar en el Estado. Éstas participan de las
políticas públicas, se integran pensando que este será un campo de disputa y
conflicto para conquistar o una herramienta para el cambio social. Orientan su
mirada hacia la participación estado-céntrica, integrando listas de
legisladores, diputados, funcionarios de los Gobiernos. Tal es el caso de
Chile, Argentina, Uruguay y Brasil.
Con el ascenso a los Gobiernos de la nueva izquierda
latinoamericana en la región (Argentina, 2003; Paraguay, 2008; Uruguay, 2004;
Bolivia, 2006; Brasil, 2003 y Ecuador, 2007), comenzó un nuevo ciclo, en el que
se reconoció a los jóvenes como sujetos políticos. En definitiva, en América
Latina se recuperó una forma de hacer política que se había extinguido con las
dictaduras. La participación política volvió a cobrar importancia en la
sociedad y entre las personas jóvenes.
Estas nuevas configuraciones escapan a los patrones
tradicionales que se observaban en el siglo XX e inicios del siglo XXI. Raúl
Zarzuri, sociólogo e investigador en temas de jóvenes en el Centro de Estudios
Socioculturales (CESC) de Chile, señala como causa de este fenómeno la baja
militancia en los llamados partidos políticos tradicionales. “Los estudios,
muestran que solo un 5% del total de los chilenos milita en partidos
tradicionales. Hoy en día, el compromiso con la política no está anclado a las
figuras tradicionales que ejemplificaban al militante clásico. Por lo tanto,
las convocatorias a participar se comienzan a realizar desde un lugar distinto,
donde la nueva militancia valora la vida familiar y personal y no va a permitir
que su ‘yo’ se disuelva en el colectivo totalmente”, destaca Zarzuri.
La calle es espacio de expresión de las nuevas formas de
politicidad, allí se congregan los jóvenes de entre 15 y 35 años, explica
Zarzuri. La participación se estructura en cuestiones puntuales (marchas, acciones
culturales o acciones de reivindicación temática, animalistas, veganos, contra
la discriminación, entre otras), para disolverse y luego aparecer cuando son
nuevamente convocados.
Chile
Para Zarzuri, el caso paradigmático es el movimiento
secundario y universitario en Chile, que se manifestó a partir del mochilazo de
2001. Alcanzó su punto máximo en el 2006, con el movimiento Pingüino que puso
en jaque al primer Gobierno de la presidenta Bachelet, con mayor visibilidad
mediante marchas y tomas de colegios. Tras años de lucha, a finales de 2015,
lograron que el Congreso aprobara la Ley de Educación Universitaria Gratuita.
“Ellos fueron el puntapié para que germinaran otros movimientos. Es el caso de
Revolución Democrática e Izquierda Autónoma, donde militan ex dirigentes
universitarios como Giorgio Jackson y Gabriel Boric, ambos elegidos diputados.
A los que se les suma la Izquierda Libertaria. Claro está que se construyen
nuevos referentes políticos que intentan apartarse de la forma tradicional de
hacer política en Chile, cuestión que es apoyada por otros ex dirigentes
estudiantiles como Karol Cariola y Camila Vallejo, que están en partidos más
clásicos como el Partido Comunista”, remarca Zarzuri.
Venezuela
En Venezuela pasó algo similar. Con la llegada de Hugo
Chávez al poder, buena parte de los jóvenes se sintieron relegados de lo que
llamaban las bondades de los 40 años de Democracia. Según, la ex dirigente
juvenil Delsa Solorzano, ahora diputada y vicepresidente del partido
socialdemócrata Un Nuevo Tiempo, hubo una crítica hacia el gobierno chavista
que les obligó a reflexionar e involucrarse en la política. Con 18 años de
militancia, destaca: “somos de la generación de jóvenes que salimos a la calle
a luchar, a defender la Democracia. La irreverencia de la juventud nos permitió
seguir adelante sin miramientos y tener objetivos claros para saber hacia dónde
vamos. En América Latina hay generaciones nuevas, pero aún falta mucho para despertar.
Los jóvenes debemos oponernos a la utilización de las ideologías como excusas
simples para oprimir. Hoy Venezuela vive una crisis política e institucional
grave. Son momentos muy duros y, por eso, creo que los jóvenes tenemos la
responsabilidad de rescatar a nuestro país”.
Brasil
La antropóloga de la Pontificia Universidad Católica de São
Paulo, Rita Alves,revela que el Movimiento Free Pass es el más visible en los
últimos años. Protestan por el transporte público, la mejora de estos servicios
y la transparencia en las cuentas públicas de este sector. Otro es Slutwal
(movimiento transnacional), que levantó su bandera por el feminismo, la
legalización del aborto y la denuncia de violencia contra las mujeres. Hace
unos meses, los estudiantes de secundaria de São Paulo ocuparon 200 escuelas
públicas buscando mejoras en la calidad de la enseñanza y una mayor
participación. “Estas manifestaciones juveniles articulan temas sociales,
políticos y culturales. No se sienten representados por los partidos políticos,
o por los gobiernos”, afirma Alves.
Colombia
Patricia Botero Gómez, Profesora Facultad de Ciencias
Sociales, de la Universidad de Manizales advierte que “el exterminio selectivo
y sistemático de jóvenes que pertenecen a sectores populares, afrodescendientes
y campesinos; la reducción de la vida material, simbólica y moral de los
jóvenes al destino de una cárcel, una fosa común o el servicio de los ejércitos
legales e ilegales, son ejemplos concretos de los juvenicidios en Colombia”. De
este modo, las movilizaciones por la construcción de políticas generacionales
están cimentadas en la resistencia y en la búsqueda de un futuro plural.
Ejemplo de ello son: la Minga social, la participación de jóvenes urbanos en el
Tejido de Comunicación Caminando la palabra digna, comienzo de investigaciones
por los jóvenes del río Yurumanguí. Los colectivos de jóvenes, las redes de
acciones políticas plurales están haciendo que se respire un nuevo aire, una
nueva generación política -otro espíritu de la época- destaca Botero Gómez,
caracterizado por realidades que no han estado enteramente colonizadas por la
mercantilización de la vida, el sobreconsumo, el aislamiento y el individualismo.
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