Durante el ultimo tiempo la palabra clave parece haber
sido “cambio”. La idea del “cambio” enarbolada, apropiada e impulsada por
Mauricio Macri contagió a la sociedad, contagió a los descreídos de la
política, a los desilusionados de sus partidos políticos y de sus líderes, a
los enojados con el gobierno anterior y contagió también a muchos peronistas
que no nos sentimos representados por el tipo de peronismo llevado adelante por
el Frente para la Victoria, un peronismo cerrado, sectario en su mayor expresión.
Considero que el Frente para la Victoria fue quien llevó
al partido a la derrota, fueron ellos quienes nos dividieron entre amigos o
enemigos según cual sea el grado de obsecuencia.
Cristina Fernández de Kirchner -como “conductora” del
Peronismo Nacional hasta el pasado 10 de diciembre- prefirió conducir y
representar a una facción fanática y no al peronismo en su conjunto. Nunca me
sentí representado por ella ni por sus formas, nunca sentí que fuera ella quién
más representara los ideales del peronismo que a mí más me gusta, del que creo
es el “mejor peronismo”, el peronismo del último Perón, de aquel que volvió del
exilio más sabio, más tolerante y nos dijo que “para un argentino no hay nada
mejor que otro argentino”. El Perón que nos dijo que los argentinos debíamos
estar unidos, si no un abismo se abriría bajo nuestros pies.
Creo, con la mayor humildad del mundo, que Cristina y el
Frente para la Victoria no entendieron nada de ese Perón, no aprendieron nada
del abrazo Perón-Balbín en el ´72, ejemplo de madurez política a seguir que nos
permitió transitar por un sendero de diálogo y pacificación, poniendo fin de
esta manera a muchas décadas de enfrentamientos, que sólo trajeron como
consecuencia haber vivido en una etapa de nuestra historia signada por avances
y retrocesos que perjudicaron a nuestro país y, por ende, al conjunto de
nuestros compatriotas.
Ese es el Perón que a mí más me gustó, el Perón al que
creo jamás intentó imitar el Frente para la Victoria. Por eso, tambien para el
peronismo soplan vientos de cambios, necesitamos reorganizarnos,
reestructurarnos, refuncionalizarnos y darle con mayor énfasis, espacio a los
dirigentes nuevos y frescos que han demostrado capacidad de gestión y liderazgo
en este tiempo. El PJ debe ser un espacio de construcción de políticas de
Estado, un centro de debate, discusión y elaboración de políticas públicas, que
sirva de guía para nuestros legisladores nacionales y todos los PJ
provinciales.
El PJ debe ser un lugar para profundizar la formación de
cuadros, que las nuevas generaciones lleguen no sólo con la fuerza de la
juventud sino con claridad ideológica y formación política. Lo que se impone
para nosotros los peronistas es la necesidad, prioritaria, de reorganizar el PJ
nacional, reestructurarlo para que tenga sentido en la coyuntura y para el
futuro. Necesitamos una herramienta partidaria capaz de dar cohesión y expresar
la pluralidad de voces que nunca debió perder el peronismo. Necesitamos un
peronismo que sea convocante, que sea la base de una plataforma de una
oposición constructiva en Argentina, que acompañe las cosas buenas pero que sea
crítico de lo que no se comparta y proponga políticas alternativas y
superadoras.
Por eso, como joven militante justicialista, veo con
buenos ojos la resolución del Consejo Nacional del Partido Justicialista de
convocar a elecciones internas para elegir a nuestras autoridades el 8 de mayo
próximo. Desde Córdoba estaremos contribuyendo y luchando siempre por un
peronismo más federal, más republicano y más representativo donde se escuchen
todas las voces; en donde, como dije anteriormente, se nos de lugar a los más
jóvenes, a las nuevas generaciones, pero sin tirar a ningún “viejo” por la
ventana y respecto a eso me gustaría explayarme un poquito.
A lo largo de estos últimos años, aparecieron en Córdoba
algunos compañeros reclamando “herencias anticipadas”, algunos aparecieron
diciendo que eran la renovación, que eran lo nuevo y que los “viejos” ya no
hacían falta, que eran parte del pasado, que ya el partido no los necesitaba. Estoy
convencido de que la renovación, el “trasvasamiento generacional” del que
hablaba el general Perón, es indispensable para la continuidad en el tiempo de
nuestro movimiento. Soy de los que piensan que esa renovación la debemos
encarar sin tirar a ningún “viejo” por la ventana, sin menospreciar a esos
compañeros que fueron los que bancaron los trapos cuando el peronismo de
Córdoba no le ganaba a nadie, fueron ellos los que militaban a escondidas
cuando nos proscribió la dictadura militar, fueron ellos los que militaban de
sol a sol cuando las urnas decretaban gobiernos radicales y fueron los “viejos”
que algunos quisieron tirar por la ventana los que nos llevaron a la primera
victoria provincial el 20 de diciembre de 1998 y forjaron los cimientos para las
victorias que vinieron y que los cordobeses siguen ratificando a lo largo del
tiempo.
Brego por un peronismo abierto, inclusivo, moderno, un
peronismo renovado, pacificador, federal, con ideas innovadoras que devuelva la
esperanza, que sea una herramienta al servicio de la construcción de una
Argentina feliz y republicana, brego por un peronismo unido trabajando por el
bienestar de la Patria. Quiero un
peronismo lleno de ideas, propuestas, diagnósticos, que siga soñando con un
país más justo, más inclusivo, un país para todos. Quiero un peronismo que
vuelva a las bases, a la militancia genuina, al “puerta a puerta”, un peronismo
que vuelva a mirar a la cara a cada argentino. Soy de los que piensan que hay
que escuchar a la gente, aprender de ellos y actuar en consecuencia, que la
política construye y que los fanatismos sólo destruyen.
Como partido político histórico de nuestra Argentina,
tenemos la obligación, en los tiempos que corren, de estar a la altura de los
requerimientos de la sociedad y para eso debemos tener en la conducción a
nuestros mejores hombres y mujeres, sin perder de vista nuestros orígenes y
nuestros principios, sabiendo que nuestro norte siempre será la independencia
económica, la soberania política y la justicia social y teniendo claro que
siempre va a faltar la victoria definitiva mientras haya un pobre en la Patria.
¿Quién es José Ignacio Scotto?
José Ignacio Scotto tiene 24 años y milita en Unión por
Córdoba. Reside en la ciudad de Córdoba durante la semana y viaja a su
localidad natal, Corralito, los fines de semana. Es estudiante de la carrera de
Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba. Desde febrero de 2012, José
Ignacio Scotto trabaja en el Poder Legislativo de la Provincia de Córdoba. Su
familia incursiona en política desde hace muchos años. Su padre, Carlos Scotto,
fue intendente de la localidad de Corralito. Hoy, su hermano Juan Carlos Scotto
ocupa ese lugar, aunque está en uso de licencia por desempeñarse como
secretario de Asuntos Municipales e Institucionales del Gobierno de la
provincia de Córdoba.
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