185° aniversario de su muerte
Un repaso por sus aportes a la construcción de un país más
igualitario y federal, nos obliga a pensar los desafíos pendientes en esa
dirección, a 185 años de su muerte.
Que a la historia la escriben los ganadores, eso ya se sabe.
Quizás por eso la figura de Juan Bautista Bustos, un emblema del federalismo,
haya sido omitida en los anaqueles de las memorias argentinas que comenzaron a
escribirse a partir de 1860, tras la victorita del proyecto centralista de
país. Al cumplirse el 185º aniversario de su muerte, y ante un federalismo
vapuleado, los cordobeses tenemos la obligación de reivindicar los aportes de
Bustos a la historia de nuestro país y, desde allí, animarnos a pensar nuevos
desafíos.
Es propio de los grandes corazones descubrir las necesidades
más urgentes de su época y consagrarse a ellas. Juan Bautista Bustos fue uno de
esos hombres. Nacido el 29 de agosto de 1779, en Santa María de Punilla, había
elegido la carrera militar en una época en que los destinos de los pueblos se
definían en las batallas. Se destacó dando muestras de valor en la defensa de
Buenos Aires ante los ingleses en 1806 y 1807. Más tarde, sería una de las
voces del interior del país que intervendría en la Revolución de Mayo.
De militar valiente a líder federal
El giro copernicano de Bustos, por el cual pasó de ser un
valiente militar a un referente ineludible del federalismo argentino, sucedió
en el motín de Arequito, en 1820. Junto a otros patriotas representantes del
interior que formaban parte del Ejercito Libertador del Norte, habían recibido
la orden del Directorio de reprimir las montoneras federales de Estanislao
López y Pancho Ramírez. Se negaron a cumplir esa orden de ser parte de esa guerra
civil, expresando el ideal sanmartineano de la unidad nacional. Este
acontecimiento fue una bisagra en la historia nacional, ya que era la primera
vez que las provincias del interior se imponían al gobierno centralista porteño
y, de esta manera, abrían el camino para un proyecto de país federal que
buscaba sentar las bases en una democracia igualitaria entre los pueblos del
interior.
A partir de allí la vida política de Bustos comenzó a tomar
relieve. Al volver a Córdoba, en 1820, fue electo como primer gobernador
constitucional de la provincia y, mediante dos mandatos consecutivos, sentó las
bases para la organización del Estado provincial. En este periodo llevó
adelante un gobierno progresista orientado a los sectores del trabajo rural, fundamentalmente
ganaderos, al bajo clero y contó con el apoyo de algunos artiguistas; promulgó
una Constitución Provincial -el Reglamento Provincial-, que consagraba el
respeto por los derechos, las libertades individuales y la libertad de prensa;
creó la Junta Protectora de Escuelas para promover la educación elemental en
las escuelas rurales; realizó mejoras edilicias y en los planes de estudio en
la Universidad Nacional de Córdoba;
reglamentó el comercio propiciando libertad de exportar e importar pero
protegiendo las industrias locales, con impuestos y tasas de Aduana; modernizó
la imprenta, el sistema de correos y desarrolló obras como el desagüe de Río
Primero y el puente de la Cañada a la altura de 9 de julio.
Su frondosa obra interna no le impidió tener un papel
destacado en la política nacional. Bustos había logrado estrechar relaciones
con el resto de las provincias desde temprano, gracias al Tratado de Benegas de
1820, desde el cual se convocó a un Congreso General Constituyente en nuestra
provincia, que más tarde sería abortado desde Buenos Aires; mantuvo muy buenas
relaciones con San Martín y Güemes, a quienes apoyó enviando refuerzos a las
batallas del norte; al igual que con Gervasio Artigas, líder de la Liga de los
Pueblos Libres, y con Manuel Dorrego, caudillo federal que gobernaba Buenos
Aires, en quien delegó las facultades para representar a las provincias en las
relaciones exteriores. Asimismo, acercó posiciones con Facundo Quiroga a los
fines de oponerse a los propósitos de Rivadavia y, con todo el interior, se
negaron a aceptar la Constitución unitaria de 1826. En mayo de 1827 lanzó una
propuesta para organizar la república sobre bases federales.
Lejos del privilegio actual de dirimir las diferencias en
las urnas, por entonces los proyectos políticos se imponían con las armas. Así
fue que la tensión reinante en el país culminó con el motín unitario del 1º de
diciembre de 1828, en el que fusilaron a Dorrego, y con el avance del General
José María Paz sobre Córdoba, tras el cual logró derrocar a Bustos en la
batalla de San Roque, el 22 de abril de 1829.
Facundo Quiroga acude a apoyar al gobernador depuesto, pero
ambos son derrotados por Paz, en las batallas de La Tablada y en Oncativo.
Finalmente, Bustos murió el 19 de septiembre de 1830, en Santa Fe, tras no poderse recuperar de las
graves heridas que le provocó saltar al río con su caballo cuando lo perseguía
una patrulla que lo intimaba a la rendición ¡Eligió dar un salto a la gloria!
Pararse en los hombros de un gigante
Dicen que si un enano se para en los hombros de un gigante
verá más allá que el gigante. Hoy vale la pena subirse a los hombros de Bustos
y mirar más allá. A nuestra generación le servirá tomar nota no sólo de sus hazañas para
construir un país justo sobre las bases de un federalismo fuerte, sino también
del valor para consagrar su vida a luchar por causas que valen la pena. En este
sentido, nos animamos a postular tres ejes en los que deberíamos seguir
trabajando para avanzar en la construcción de una Argentina más justa:
- Escribir nuestro proyecto nacional con la participación de
todos los sectores: el hecho fundamental de la Revolución de Mayo lo constituyó
la reversión de la soberanía al pueblo. Hoy, ante la crisis de legitimidad de
la dirigencia política, hay que lograr que a la soberanía la ejerza el pueblo
participando activamente en la construcción de un proyecto verdaderamente
nacional, es decir, con el aporte de todos los sectores del país. Como en una
orquesta sinfónica, precisamos dirigentes que avizoren el bien común y se
pongan al servicio de cada sector para aportar lo mejor de sí en orden al bien
común, armonizando los intereses de todos. Sólo así lograremos unificar los
esfuerzos en pos de un destino común, involucrando la experiencia, los
intereses y la fuerza de la gran mayoría, fijando políticas de Estado a largo
plazo, construyendo instituciones fuertes y logrando comprometer el esfuerzo de
todos. ¡En la suma de nuestras voces está la sabiduría; en la unidad, la
fortaleza!
- Garantizar la justicia social: si queremos que todos
participen activamente en la vida del país, no podemos olvidarnos que hay un 30
por ciento de argentinos que viven bajo la línea de la pobreza y claman por ser
incluidos. La verdadera inclusión es una moneda con dos caras. Por una lado, debemos
garantizar las condiciones de vida digna desde la infancia, pasando por su
juventud hasta la vejez; y segundo, asegurar una educación de calidad para los
excluidos y generar nuevos puestos de trabajo para que cada hombre logre ser
por sí mismo artífice de su propio destino. El trabajo dignifica al hombre,
sostiene a la familia y es el gran ordenador social. Por eso debemos aspirar a
una sociedad en la que cada argentino produzca al menos lo que consume. Esta
será un arma eficaz para combatir el consumo de drogas, la inseguridad y la
delincuencia. ¡El fruto de la justicia es la paz!
- Impulsar la unidad latinoamericana: muchos de los
problemas que hoy atraviesan las naciones sólo se resuelven en el ámbito
internacional, donde las reglas de juego las pone el más fuerte y las cumple el
más débil. Por eso, ante esta etapa de la globalización en la que priman los
acuerdos de Estados continentales (China
cuenta con 1.350 millones de habitantes; India, 1.200 millones, la UE,
507 millones y EEUU, 320 millones), sin duda a la Argentina le convendría fijar
postura común con los países del Mercosur (300 millones) y los de América
Latina (617 millones). Como decía Juan Domingo Perón: el siglo 21 nos
encontrará unidos o dominados.
Que a la historia la escriben los ganadores, eso ya lo hemos
dicho. Por eso pretendemos que la historia de la Argentina del Bicentenario sea
escrita con la dignidad de los que trabajan, con el aporte de todos, con la
alegría de vivir en unidad y concordia, ofreciéndole un futuro mejor a cada
habitante de este suelo. Será el mejor homenaje que podamos rendirle a un
hombre como Bustos –a todos los que nos antecedieron-, y la mejor herencia para
nuestros hijos.
Sobre el autor:
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Felicidades por tu artículo, sigue compartiendo tu sabiduría
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